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Objeto Digital 733
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Identificador:
 733
Nombre:
Dios-río Nilo
Dioses
Dioses Menores:
 
Dioses-río
Nombre:
 
Dios-río Nilo
Tema:
 
Personificación del río Nilo como alegoría de la fertilidad.
Atributos iconográficos:
 
Cornucopia, pecheis, esfinge, flora y fauna nilótica (como hipopótamos y cocodrilos).
Autor:
 
Desconocido.
Escuela:
 
copia romana, inspirada en un original helenístico de la escuela alejandrina.
Período/Cronología:
 
Cronología discutida. La obra ha sido fechada por los distintos autores desde época helenística hasta época de Adriano.
Soporte y técnica:
 
Pieza de mármol blanco esculpida en bulto redondo.
Dimensiones:
 
165 x 310 x 147 cm.
Localización (Institución, Colección):
 
Roma, Museos Vaticanos (inv.2300).
Fuentes primarias:
 
Heródoto, Historia¸ II, 5; Aristóteles, Metereológicos, I, 14, 351b; Filóstrato, Descripción de cuadros, I, 5, 1-2; Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica, I, 9, 6; I, 32-41; I, 63, 1; Séneca, Cuestiones naturales, IV, 1-2; Plinio, Historia Natural, XXXVI, 58; Pausanias, Descripción de Grecia, VIII, 24, 12.
Descripción:
 
Sin lugar a dudas, el Nilo fue uno de los dioses-río más valorados de la Antigüedad. Su importancia ya se atestigua desde tiempos faraónicos a través de la figura de Hapy, quien se relacionaba con el carácter regenerador de las aguas y el poder nutricio que suponía la inundación anual. A través de su crecida, cada año el Nilo bañaba los campos y los fertilizaba con el limo, muy rico en nutrientes, que arrastraba a lo largo de su cauce desde tierras sureñas. En consecuencia, el Nilo propiciaba unas excelentes condiciones agrícolas que permitirían el desarrollo de esta civilización, llegándose a asociar con el mismísimo Osiris, dado su carácter cíclico como regenerador de la vida. Esta consideración sagrada sería asimismo advertida más tarde por las culturas griega y romana, como demuestran los escritos de Heródoto o Aristóteles, quienes atribuyen al fecundante Nilo el milagro egipcio, -recordemos la famosa frase del primero, también asociada a Hecateo, que decía que Egipto era un don del Nilo-.
No obstante, en Grecia y más tarde en Roma, aunque el Nilo siguió teniendo un papel preponderante como dios de la fertilidad, se consideró -al igual que otros ríos griegos-como un hijo más de los titanes Océano y Tetis.
Las primeras imágenes que representan al Nilo como dios-río clásico se hallan en la numismática de la dinastía ptolemaica, como se aprecia por ejemplo en la efigie del dios coronado con cañas en las acuñaciones monetales de Ptolomeo V. Se sabe que los propios egipcios se identificaban con el río Nilo, hecho que posteriormente se extendería a los gobernantes extranjeros de Egipto, incluyéndose a los emperadores romanos. De época helenística datan también las primeras esculturas de gran tamaño del Nilo, como la original de la escuela alejandrina que no se ha conservado, cuya copia romana más próxima se considera la pieza de los Museos Vaticanos. Algunos autores han puesto de relieve la importancia de esa escultura como principal modelo para la difusión del tipo iconográfico más difundida en época romana para las representaciones de los ríos, consistente en una figura reclinada apoyada normalmente en una vasija y que porta como atributo una cornucopia y/o una rama lacustre. No obstante, la iconografía del Nilo se distinguió del resto de los dioses-río por poseer atributos propios, como el hipopótamo, el cocodrilo o la esfinge, como es este caso.
La pieza del Vaticano es sin duda una de las más ricas desde el punto de vista iconográfico que representan al Nilo. Ataviado únicamente con un manto que le cubre parte de la pierna derecha, apoya su brazo sobre una esfinge y sostiene a su vez una gran cornucopia repleta de frutos. En torno a la solemne figura reclinada podemos ver cómo juegan unos simpáticos amorcillos, conocidos como pecheis. El número de estos -dieciséis- no es casual, ya que según las fuentes clásicas, este era el número ideal de codos (equivalente a 7,1 metros) que debía alcanzar la crecida del Nilo para lograr una fructífera cosecha. El soporte de la escultura la sitúa en su propio ambiente nilótico, pues en este se representan en relieve diferentes animales entre los cuales hay cocodrilos e hipopótamos, que nadan entre las ondas de la corriente egipcia.
Aunque las representaciones de los ríos en época romana a menudo tuvieron una función propagandística, asociadas a victorias militares o triunfos, en el caso del Nilo adquieren además un significado relacionado con la paz y la prosperidad del Imperio traída por el emperador. Este significado se refuerza en época flavia, pues el control seguro de Egipto y el suministro del grano fue un logro de Vespasiano, pasando a beneficiarse una importante parte del Imperio de Egipto. Ello explica la proliferación de esculturas del Nilo en el alto Imperio, especialmente en época flavia y antonina, cuando surjan numerosas esculturas del dios-río reclinado de acuerdo con el tipo iconográfico expandido desde Alejandría.
Observaciones:
 
Se sabe que en origen la escultura se situaba en el Campo de Marte de Roma, junto a otra del Tíber. En este mismo emplazamiento fue hallada en 1513; no obstante, ambas esculturas fueron expoliadas por los franceses y llevadas a París en 1797. Aunque la del Nilo volvió a Roma, todavía hoy podemos contemplar la escultura de su acompañante Tíber en el Museo del Louvre (Ma 593). Las copias y variantes del prototipo de este dios fluvial reclinado son muy abundantes en la escultura romana, destacando la pareja de Nilo y Tíber procedente de la Villa de Adriano en Tívoli, donde cumplían una función propagandística fundamental, al tiempo que se equiparaba el poder de Roma -identificado con el Tíber- con la riqueza del país egipcio (Nilo), ahora a merced de los primeros. Por otra parte, hallamos numerosos paralelos del tipo alejandrino del Nilo en otros soportes, especialmente en la musivaria romana, donde frecuentemente formaron parte de composiciones más complejas propias de los paisajes nilóticos. Probablemente el paralelo más próximo en este sentido de la escultura de los Museos Vaticanos sea un mosaico procedente de Cartago hallado en la Necrópolis de los Oficiales datado a finales del siglo II. No obstante, el origen de este tema de encuadre pueda estar tanto en un modelo escultórico no conservado -y por tanto-, de atributos inciertos; o bien, en la pintura, como relata la descripción de uno de los cuadros de una galería de Nápoles descrito por Filóstrato (Descripción de cuadros, I, 5, 1-2).
Autor de la ficha:
 
Andrea Gómez Mayordomo.
Objeto Digital 733
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