Descripción:
Este sarcófago fue hallado muy fragmentado en un horno de cal situado a un lado de la Via Salaria en Roma. Si bien su profunda restauración nos brinda hoy en día un programa iconográfico único, parte del frontal se ha perdido para siempre. La pieza sigue la tipología de los sarcófagos antoninos, profusamente decorado en el frontal y coronado por cuatro cabezas a modo de acroteras en las esquinas que representarían los vientos. Sobre uno de los lados sobresale un friso que también ha sido ricamente esculpido. Los temas elegidos para esta zona decorativa no son otros que distintos episodios de la vida de Leto, mientras que en la parte inferior, en el sarcófago propiamente dicho, se ha representado el castigo a Níobe.
La técnica empleada en esculpir el friso permite deducir que estamos en presencia de la obra de un gran artista. Si bien el espacio es estrecho, el escultor ha podido disponer las figuras de forma simétrica, tomando como eje central a Zeus. Observamos también cierta gradación en el bajorrelieve, siendo las cabezas y los hombros de un relieve más alto que disminuye hacia los pies. Sólo hay una mínima indicación de paisaje, unos pequeños árboles que se hallan en los extremos.
En el ángulo izquierdo observamos al dios Apolo que tensa su arco para disparar una flecha. Su figura se inclina hacia la izquierda y flexiona su rodilla derecha, recurso que otorga cierto movimiento al dios que se refuerza por la clámide levantada. Debajo, se encuentra Pito, guardián del Oráculo de Delfos y primera víctima del Apolo. A la derecha de este grupo es posible advertir una figura masculina desnuda, musculosa, que carga sobre sus hombros a una pequeña figura femenina vestida con chiton e himation, en actitud de cubrirse la cabeza. Ciertos autores afirman que se trataría de la personificación de Asteria/Delos sostenida por Egeon, uno de los hecatonquiros que se asocia al mar Egeo. Observamos que esta gran divinidad apoya una de sus piernas en una roca, quizá representando las profundidades donde habitaba. De esta forma, el artista representa a la isla que vagaba por el mar hasta que Apolo la fijó. Esta forma de plasmar este episodio se repite en la tapa de otro sarcófago que se conserva en la Villa Borghese, aunque otros estudiosos afirman que en realidad se trataría de la propia Leto siendo transportada por el dios del viento Aquilo hasta la isla de Delos.
La siguiente figura se encuentra en un segundo plano, y sólo sobresale su rostro. Se trataría de Temis, titánide presente en el parto de Apolo y Ártemis. Su cabello recogido y chiton se aprecia perfectamente a pesar de encontrarse tallado en un relieve muy bajo. Quizá el escultor quiso expresar el papel secundario de esta divinidad cuando Leto dio a luz. A continuación, distinguimos claramente la tríada apolínea: Leto parece estar inclinándose para atender a sus hijos Apolo y Ártemis, representados en este caso como niños. Ambos llevan ya sus atributos y dirigen la mirada hacia su madre. El artista demuestra su gran calidad al plasmar los finos pliegues de las largas vestiduras de Leto y su delicada transparencia.
Atenea aparece representada de forma frontal, ligeramente girada hacia la derecha para observar a Zeus, su padre. Fácilmente reconocible gracias a su escudo y gorgoneion, la diosa levanta su brazo para sostener la lanza, hoy perdida. Zeus se halla en el centro de todo el friso y su figura realiza un leve contrapposto que recuerda la estatuaria del periodo clásico. Su rostro barbado es uno de los mejores que se han conservado. A su lado, el águila, símbolo del poder del dios y una de las formas que más sobresalen, incluso sus garras son el único detalle que traspasa el marco compositivo.
A la derecha de la figura de Zeus observamos dos figuras femeninas que apoyan sus manos sobre una tercera masculina, reconocible por el faldellín corto. Se querido interpretar este grupo como Tetis, Eurinome y Hefesto, tres divinidades que no están relacionadas directamente con los episodios de la vida de Leto. Es muy posible que, junto a Atenea, estos tres dioses tengan en común el haber ofendido a Hera, al igual que la madre de Apolo y Ártemis. Por lo tanto, se representarían como aliados de la diosa. Sin embargo, algunos estudiosos han considerado que, al ser Atenea y Hefesto dioses “civilizadores”, muy posiblemente su inclusión en el sarcófago sería debido a la ocupación o intereses del cliente.
La figura de Leto airada por las palabras de Níobe junto con la Furia es el grupo que mayor movimiento y vivacidad aporta al friso. El chiton de la diosa se agita y el himation ondula sobre la cabeza de la divinidad. Leto flexiona una de sus rodillas y parece hallarse corriendo. A su lado identificamos inmediatamente a una de las Furias gracias a su chiton corto que deja un de sus pechos al descubierto y porta una antorcha rodeada por una serpiente y un látigo o flagelo en la otra mano. Finalizando la composición en el friso superior se halla Ártemis, bellamente representada con sus atributos y lanzando, al igual que su hermano Apolo, flechas de forma descendente, como si intentara dar muerte a los nióbides que se hallan en la parte inferior.
En el frente del sarcófago desaparece la simetría y el equilibrio, la correspondencia entre los grupos y la armonía, para dar paso a la violencia, la gestualidad, el desequilibrio y un ritmo frenético. El tema así lo requiere, ya que la matanza de los nióbides claramente necesita otro estilo. Para ello, el escultor ha recurrido a la tradición helenística: los bellos y serenos rostros comienzan a desencajarse, los cuerpos se retuercen de dolor, la sangre brota de las heridas, incluso una anciana intenta consolar a una de las víctimas. La inclusión de ésta, una tipología que ya está presente en el s. III a. C. en el arte griego, no hace otra cosa que añadir diversidad y crear caos a la escena representada.
Anfión utiliza el escudo para guarecerse de las flechas que está lanzando Apolo desde el friso superior. Su figura es de mayor tamaño y su rostro está plasmado de forma detallada, al igual que su musculatura. Con uno de sus brazos sostiene el cuerpo sin vida de uno de sus hijos, y la representación del joven contrasta vivamente con el de su padre. El movimiento de las figuras femeninas se ve acentuado por la ondulación de los pliegues de los paños, y el escultor añade mayor agitación con las figuras de los jóvenes que intentan huir a caballo. Los animales se encabritan y la conmoción de la escena es tal que recuerda al sufrimiento de Níobe.
La presencia de hombres barbados entre los jóvenes nióbides es un elemento ajeno a los primeros relatos del mito, pero sí comienza a aparecer a partir del s. IV a. C. en la pintura de cerámica. Es muy posible que se trate de un recurso plástico que permite contrastar la juventud de los cuerpos de los hijos de Níobe con los ancianos pedagogos.
Percibimos claramente que, no sólo se ha empleado un estilo distinto en el sarcófago, sino también otra técnica. La utilización del trépano permite realizar detalles en los rizos de los cabellos y barbas de los personajes, al igual que en las vestiduras de algunos personajes. Esta herramienta permite lograr un efecto plástico que subraya el dramatismo de la escena. Los fuertes claroscuros no solo aportan profundidad y cierta gradación en el relieve, sino que también acrecientan la sensación de inestabilidad de las figuras.
Si bien se han conservado numerosos sarcófagos con la representación de la matanza de los nióbides en su parte frontal, la calidad del relieve, la técnica empleada y su composición permiten afirmar que nos hallamos ante un excelente ejemplar de época antonina. Sin embargo, la inclusión del friso con episodios de la vida de Leto significa tal innovación iconográfica que convierten a este ejemplar, en una pieza única en todo el Imperio. Debemos recordar que es posible hallar un programa iconográfico similar en el mosaico de Leto de Portus Magnus, hoy en el museo de Orán. En él es posible distinguir la figura del dios Aquilo transportando a Leto hasta la isla de Delos, acompañado de Posidón y otras criaturas marinas.