Descripción:
“…vengo suplicante y te pido, madre para mi hijo, armas, numen sagrado”
…”Retirad todo, dejad los trabajos empezados, Cíclopes del Etna, y atención prestadme:
armas hay que hacer para un hombre valiente. Ahora precisa el la fuerza, ahora las rápidas manos y el arte magistral. Evitad todo retraso”
La Eneida, VIII
En esta obra del pintor francés François Boucher (1703-1770), inspirada en la Eneida, se relata el momento en que Vulcano entrega a Venus las armas que los cíclopes han forjado en su fragua para Eneas, hijo de la diosa, para emprender la guerra contra los rútulos en el Lacio en disputa por la mano de Lavinia, hija del rey Latino. La escena se desarrolla en un paisaje rocoso que se abre hacia una zona boscosa a la izquierda, donde se produce la aparición de Venus entre nubes algodonosas que crean profundidad. En el centro de la composición destaca el cuerpo nacarado de la diosa, que se acompaña por una ninfa coronada con una guirnalda floral, mientras otras dos se disponen sobre ella, a la derecha, recibiendo las armas de manos del propio Vulcano, el cual, ofrece a su divina esposa la espada mientras a sus pies descansa el carcaj de flechas y a su izquierda las herramientas propias de la forja. Alrededor una serie de amorcillos emparejados completan el cortejo, unos se entretienen con el yelmo, otros con guirnaldas florales y otros con las palomas dedicadas a Venus, que revolotean por doquier.
La pintura de Boucher se caracteriza por un estilo galante, ligero y luminoso a base de colores claros y pasteles al servicio de la exhuberancia decorativa. La luz dorada aporta luminosidad a los cuerpos desnudos, resueltos a base de pinceladas envolventes que crean superficies nacaradas enfatizando los suaves modelados de unas formas que recuerdan a Rubens y a su maestro Watteau. La composición es muy barroca, a base de diagonales que se entrecruzan dirigiendo la mirada del espectador en torno a cada uno de los grupos que la conforman en un despliegue de imaginación y virtuosismo.
La pintura de Boucher es muy voluptuosa, de carácter idílico con formas sensuales entre las que adquieren protagonismo las figuras femeninas que cuando aparecen desnudas, “más que mujeres desnudas, son mujeres desnudadas”. Mostró una gran preferencia por los temas mitológicos de carácter apasionado y una de sus diosas favoritas para recrear en sus composiciones fue Venus, a la que dedicó unas cincuenta obras, donde suele aparecer rodeada de ninfas y amorcillos, porque concibe el mundo como un jardín poblado de ninfas, muy a tono con la sensualidad propia del momento y de la clientela a quién iban dirigidos sus cuadros.