Descripción:
Este relieve, tallado por ambas caras y conservado en el Museo del Louvre, aúna todos los tópicos representativos del mitraísmo. Por un lado, se muestra la tradicional imagen de la tauroctonía, el sacrificio del toro sagrado, que se ajusta a los parámetros iconográficos propios de esta escena. El dios, ataviado con un gorro frigio y una túnica corta, sujeta al toro por la cabeza al tiempo que hunde su espada en el cuerpo del astado; una serpiente y un perro beben la sangre que mana de sus heridas mientras un escorpión se aferra a los testículos del animal sacrificado, todo ello como emblema de la fertilidad derramada sobre la tierra y como símbolo de la fecundación del Universo. Las interpretaciones acerca de este arquetipo iconográfico de Mithra Tauroctonos son muy diversas y apuntan bien a la simbología mazdeísta que evoca los orígenes iranios de esta divinidad o bien a complejas implicaciones astrológicas (Spiedel, 1980: 47 y ss.; Ulansey, 1989: 159 y ss.). Los estudios de Franz Cumont ya apuntaban a la simbología del enfrentamiento cosmológico entre el toro primordial y el principio del mal (Cumont, F. 1956: 135 y ss.). No obstante, recientes estudios han sugerido la posibilidad de que la tauroctonía se inspire en la conclusión del combate entre Ahura Mazda, el principio del Bien, y Angra Mainyu o Ahrimán, el principio del Mal, conclusión alcanzada mediante el sacrificio animal realizado por el elegido, Saôshyans (Véase al respecto Campos, 2004). La estrecha relación con la religión oriental del mitraísmo persiste aún en el pensamiento cristiano, como se deduce de las palabras de Fírmico Materno: “Entonces, ¿qué respetas? En sus templos (se observa) rigurosamente (la liturgia) de los magos según el rito pérsico, ¿por qué no alabas a los persas más que en sus prácticas? Si te juzgas digno del nombre romano, qué haces sirviendo así las liturgias de los persas, las leyes de los persas” (De errore profanorum religionorum V, 2; Campos, 2004).
En cualquier caso, es indudable el sentido cosmológico de la escena; la presencia simbólica del Sol y la Luna, a ambos lados del sacrificio, subraya esta visión y ubica el episodio en un escenario cósmico. Los astros adoptan las formas clásicas de las divinidades helenas, Helios y Selene, ambos representados como bustos en el interior de roleos de roca que simbolizan la cueva mitraica en la que se consuma el sacrificio. Helios, cubierto con una túnica, está caracterizado por la corona de rayos solares y sostiene en sus manos un cuervo. Según se deduce de la imaginería mitraica, el dios sacrifica al toro sagrado por orden de la divinidad solar, quien envía como mensajero a un cuervo. Este extremo, sugerido en el relieve del Museo del Louvre por la mirada inquisitiva del joven Mitra, se hace patente en otros ejemplos, como el Mitreo di Marino; en el fresco que preside este santuario, la relación entre Helios y Mitra se subraya mediante la significación, no sólo de la mirada, sino también de los rayos solares que vinculan a ambas figuras, entre las que se sitúa, además, el ave que ejerce como mensajera. La tauroctonía, como sacrificio del animal, está además relacionada con el denominado taurobolium o bautismo de sangre que los iniciados debían superar para renacer hermanados en el nuevo culto (Breves referencias a las costumbres iniciáticas mitraicas en Tertuliano, De praescriptione haereticorum I, 40; De corona militis XV).
La iconografía de la tauroctonía mitraica revela, por tanto, una profunda evolución del simbolismo solar en la Roma de los siglos II-III d.C., pero, si resulta significativo este modelo iconográfico de Mithra Tauroctono, aún más interesante se adivina el reverso de este relieve del Museo del Louvre. Recostados sobre la roca simbólica del mithraeum, a modo de divino triclinio, aparecen Mitra, caracterizado por el gorro frigio, y una divinidad solar de características helíacas. Al igual que la deidad que hace pareja con Selene en el anverso del relieve, este joven efebo está caracterizado por el aura solar; en este caso, puede tratarse del propio Helios o, quizá, de la divinidad latina que, en torno al siglo III d.C., aunaría los cultos solares en el seno del Imperio y se relacionaría estrechamente con Mitra en las inscripciones votivas: Deus Sol Invictus. Tanto Mitra como la descrita deidad solar portan un cetro de poder en su mano izquierda y lucen un manto sobre los hombros, si bien Mitra se cubre además con una túnica mientras la figura que lo acompaña presenta el torso desnudo según la iconografía clásica propia del Helios heleno. En la esquina superior izquierda, Selene, en un roleo similar al descrito en el anverso del relieve, vuelve el rostro lejos de la epifanía solar.
En el plano terrenal, por debajo de las divinidades descritas, dos sirvientes, tocados con el gorro frigio, se disponen en torno a un altar señalado con una sierpe; ambos asistentes podrían ser identificados con Cautes y Cautópates, los portadores de la antorcha que suelen flanquear las escenas de tauroctonía (Campos, 2004). En esta escena ritual, uno de los asistentes porta un caduceo pues Mitra fue asimilado también al dios Mercurio en su calidad de psicopompo, mientras el otro ofrece un pequeño rithon a la divinidad solar, que extiende su mano para tomarlo. Marie-Bénédicte Astier ha interpretado esta escena como un símbolo de la victoria de la luz, identificada con el Bien, sobre las fuerzas del Mal y la oscuridad; en este sentido habría que interpretar la indiferencia de Selene, el astro nocturno. Asimismo, esta misma autora ha supuesto también que este relieve bifronte representa dos grados en la iniciación mitraica; por una parte, el bautizo de sangre que da acceso a los iniciados –tarurobolium– y, por otra parte, un segundo grado iniciático en el que el neófito accede al banquete divino. Este relieve reproduce así, en cierto sentido, la estructura propia de los mitreos, donde la escena de la tauroctonía preside dos bancos corridos en los que se celebraba el ágape ritual de los iniciados.
La complejidad de la liturgia y los ritos iniciáticos mitraicos es todavía objeto de debate, no obstante, esta tipología de escena ritual, en la que el dios iranio hace pareja con una deidad de iconografía helíaca, ejemplifica la profunda identificación de las divinidades solares en el culto latino y la confusión que se produjo entre las distintas representaciones iconográficas e iconológicas.