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Objeto Digital 654
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Identificador:
 654
Nombre:
Hermes/Mercurio
Dioses
Dioses Olimpicos:
 
Hermes/Mercurio
Nombre:
 
Hermes/Mercurio
Tema:
 
Hermes
Atributos iconográficos:
 
Pétasos alado, caduceo, alas
Autor:
 
Salvador Dalí (1904-1989)
Escuela:
 
España, surrealismo
Período/Cronología:
 
1981
Soporte y técnica:
 
Óleo sobre lienzo
Localización (Institución, Colección):
 
Madrid, Centro de Arte Reina Sofía
Descripción:
 
Salvador Dalí reinterpretó a lo largo de su vida diversos temas de inspiración clásica (Véase BLÁZQUEZ, J.M. 1998), entre los que se cuenta este Hermes realizado en 1981. Sobre un fondo de diferentes tonalidades verdes, Dalí representa al dios avanzando en el aire, tocado con un pétasos alado y sosteniendo con su mano izquierda una corta vara. El pétasos, de donde surgen unas estilizadas alas, evoca modelos arcaicos tomados de la cerámica griega; asimismo, la vara está rematada también por dos pequeñas alas haciendo, sin duda, referencia al caduceo. A la espalda del dios, se adivina una túnica corta de tonalidad azul que se corresponde con su atuendo tradicional, la clámide. La sensación de movimiento que transmite la obra se acrecienta gracias a la estela multicolor que el dios deja a su espalda, en la que el autor retoma ciertas técnicas puntillistas y que Blázquez define como una “llamarada de fuego de vivos colores” (BLÁZQUEZ, J.M. 1998: 247). Hermes agita las piernas como si caminara en el aire gracias a las alas que Dalí coloca también en sus tobillos; a sus pies, una figura, situada de espaldas al espectador, se esfuerza por alcanzar a la divinidad portando en su mano derecha lo que parece una antorcha.
Desde el punto de vista formal, ambas figuras se sumergen en una especie de vacío que centra la atención en la escena descrita. Como es habitual en las obras de Dalí, el principal interés se concentra en la simbología con que el autor dota a sus figuras. En este sentido, la obra remite a la relación del surrealismo con el hermetismo, relación ya apreciable en los manifiestos de André Breton, quien practicó la denominada poesía hermética (Véase ANTELO, R. 2004). La filosofía neoplatónica que definió el hermetismo de los siglos XV y XVI se transforma en el pensamiento surrealista en una búsqueda de lo hermético, entendido como lo oculto y en estrecha relación con la alquimia (Véase LENNEP. J. van. 1978). Indudablemente, el símbolo por excelencia del conocimiento hermético fue la figura de Hermes Trismegisto, supuesto autor del Corpus Hermeticum que inspiró a los pensadores neoplatónicos. Pero, al margen de la vanguardia surrealista, la vinculación personal de Salvador Dalí con el dios Hermes se adivina en una anécdota documentada por R. Santos Torroella: “Días pasados presencié un diálogo con un crítico barcelonés que hace unos meses, al consultársele acerca de unas ilustraciones que debían darse a la prensa aconsejó: ‘Den ustedes las de Picasso y Miró, que son pintores; la de Dalí, no, que es un comerciante’. Dalí, lejos de indignarse, al menos en apariencia, elogió al crítico por su agudeza de observación, ya que, según dijo, desde su niñez se había sentido singularmente atraído por Hermes o Mercurio, el dios del comercio, cuya representación praxiteliana es una de las esculturas que más ha admirado siempre... Acto seguido, como quiera que la ironía es propensión inevitable en Dalí, agregó: ‘Ahora, usted lo que tiene que hacer es regalarme un bronce antiguo de ese Hermes, que hay en casa de un anticuario de Barcelona. Yo le diré dónde está. Es cosa de poco: no le costará más que un millón de pesetas. Al divino Dalí, ya sabe usted, le gusta mucho que le regalen cosas”. (SANTOS, R. 1963: p. 36)
Desde el punto de vista estético, este Hermes caminando en el aire de Dalí adeuda muy poco a la serena obra atribuida a Praxíteles; lo más destacable de esta anécdota es la confesión acerca de su especial atracción hacia el dios que, irónicamente, relaciona con una sola de sus múltiples atribuciones –dios del comercio– pero que, no obstante, debía responder a motivaciones más profundas. De hecho, esta afinidad puede traducirse casi en una identificación del pintor con el dios. Cabe destacar ahora el rostro velado de Hermes, que desaparece bajo el pétasos y una especie de máscara azulada que esconde sus rasgos. Esta imagen remite a la novela del pintor Rostros ocultos (1943), donde, en concordancia con el título, un sólo semblante puede representar a diversos personajes velados, a su vez, bajo diversas máscaras (Véase HERNÁNDEZ, P. 2004). Por otro lado, esta identificación de Dalí con Hermes se hace también patente en uno de los arcanos del tarot que el pintor concibió en torno a 1971, obra que lo relaciona con el esoterismo y la astrología por los que demostró un denodado interés; Dalí realiza este tarot en colaboración con Rachel Pollack, estudiosa de estas barajas y su significado esotérico. La fascinación por estas materias pseudocientíficas se vinculó también con el conocimiento hermético, ya que, si bien los orígenes del tarot se remontan a un simple juego de naipes, el pensamiento neoplatónico influyó en algunos de los primeros ejemplares. En la práctica de la cartomancia, El Mago fue identificado con el dios Hermes-Mercurio en su calidad de taumaturgo, es decir, como el Hermes Trismegisto que Johann Daniel Mylius, en su Opus medico-chymicum (1618), consideró el primero de los alquimistas; es sintomático, por tanto, que ésta fuera precisamente la carta (entre los denominados arcanos mayores) en la que Dalí se representó a sí mismo, asumiendo, por tanto, la personificación de Hermes (Figura B). Lluis Llongueras, citando a Pauwels, afirma que “su pasión por Gala le convierte en el arquetipo de Hermes Trismegistus” (LLONGUERAS, Ll. 2004; p. 341).
Por último, la enigmática figura que asciende hacia el dios puede encarnar la búsqueda del conocimiento hermético, oculto, simbolizando así el ascenso hacia la sabiduría, figurada por Hermes. En este sentido, es reveladora una cita del propio Dalí en su novela Rostros ocultos: “...penetrar en la profunda realidad de cada uno de los protagonistas de esta novela y por medio de una sola mirada, imaginarlos por espacio de unos pocos segundos iluminados por una misma llama...” (Rostros ocultos, p. 164. Citado por HERNÁNDEZ, P. 2004).
Interpuesto en el camino de la divinidad, este hombre asciende portando lo que parece simular una antorcha, una llama, dirigida hacia el rostro oculto del dios. Desde un punto de vista formal, el pintor representa esta misma figura en su tarot, en el arcano denominado El Loco (Figura C). Dalí, mediante una figura de intenso color rojo, interpreta este arcano de acuerdo con la iconografía tradicional, un hombre cargado con un hatillo que, en este naipe, simula una especie de tridente que puede recordar vagamente al caduceo; esta carta, en el entorno esotérico por el que Dalí se vería influido, simbolizaba al iniciado en su búsqueda de la sabiduría y de la propia experiencia. Por ello, el empleo de una iconografía similar parece confirmar la interpretación propuesta para la figura presente en esta obra, como un símbolo de la ascensión hacia el conocimiento, encarnado por Hermes.
En resumen, teniendo en cuenta el nuevo análisis surrealista de la filosofía hermética y los citados vínculos de Dalí con lo esotérico, es indudable el simbolismo de la obra en relación con el hermetismo en tanto éste fue entendido como expresión de lo oculto y, por tanto, desde un punto de vista estrictamente surrealista, también expresión de lo onírico y de lo subconsciente.
Observaciones:
 
Ilustraciones del Tarot Dalí según la edición Lo Scarabeo (2000).
Autor de la ficha:
 
Mª Amparo Arroyo de la Fuente
Objeto Digital 654
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